Los grandes olvidados

Llevo días enteros delante de la pantalla intentando escribir este post. Por alguna razón que sospecho pero no conozco, soy absolutamente incapaz de articular más de dos frases seguidas. Me siento, miro el ordenador, miro el techo, a veces se me cruza alguna ráfaga de palabras con apariencia de idea y luego… Luego se va. Lo que sí que está siempre ahí es esa particular sensación de inseguridad, esa falta de convencimiento, ese “¿de verdad hace falta escribir sobre esto?”, ese “¿de verdad no son sólo frustraciones tuyas?”. Pero cuando dejo pasar un poco el tiempo y veo lo que sucede a mi alrededor (un alrededor bastante concreto, francamente) me doy cuenta de que no. No son sólo frustraciones mías.

Llevo muchísimo tiempo queriendo hablar bien sobre la altas capacidades. Quizás porque es una condición con la que vivo y convivo todos los días de mi vida, esto de escribir sobre ella se me hace especialmente complicado.

Hablar sobre superdotación en el ámbito académico significa -en la mayoría de los casos- entrar en terreno pantanoso; tratarla como un fenómeno que sigue existiendo fuera de la escuela no llega siquiera a la categoría de terreno. Hay un aura de misterio y desconocimiento que envuelve esta condición; se caricaturiza en la cultura mediática, no se detecta a tiempo o se “diagnostica” demasiado tarde (más del 50% están sin detectar) y la ambigüedad en los “tratamientos” que se ofrecen desde la institución educativa (adaptación curricular, acceleración académica…) sólo hacen que alimentar un estereotipo que nutre una habitual falta de encaje entre el alumno con altas capacidades y la escuela.

Hablar sobre superdotación en el ámbito académico significa -en la mayoría de los casos- entrar en terreno pantanoso; tratarla como un fenómeno que sigue existiendo fuera de la escuela no llega siquiera a la categoría de terreno.

Lo cierto es que no existe una definición concreta del fenómeno. Aunque en este artículo uso la expresión altas capacidades superdotación como sinónimos alternables, hay una sutil diferencia entre estos dos términos:

  • Altas capacidades: persona con un coeficiente intelectual (CI) igual o superior a 130 puntos.
  • Superdotación: constructo social que se atribuye generalmente a las personas con altas capacidades y que no sólo evalúa la capacidad sino el potencial de la persona y su impacto.

Mi insistencia con la inexistencia de una definición radica en que los tests de evaluación del CI están absolutamente sujetos a la circunstancia en la que estos se efectúan y en la predisposición del paciente; por lo que toca a la superdotación me parece bastante evidente la subjetividad de su explicación y su falta de rigor.

Los grandes olvidados

Lo que articula este post, sin embargo, no es la intención de divulgar la falta de conocimiento sobre el qué de la superdotación, sino el cómo. Cómo se desarrolla, cómo se vive, cómo se interactúa y se es interactuado bajo esta condición.

Mencioné más arriba un concepto que más adelante veremos que su comprensión resulta la piedra angular de la creación y concepción de un sistema educativo verdaderamente inclusivo: la estigmatización.

Si uno se pasea un poco por los lares especializados en el sector, verá que ya hay una carencia detectada de desarrollo de potencial entre los alumnos con altas capacidades. O, lo que es lo mismo: ya se ha descubierto que no dan todo lo que podrían dar. (Estoy convencido de que si alguna persona superdotada me está leyendo, ya habrá oído más de una vez esta frase).

Ya hay una carencia detectada de desarrollo de potencial entre los alumnos con altas capacidades.

En el fondo, este planteamiento desenvuelve la doble faceta de la problemática. Por un lado, se nos descubre un sistema educativo deficiente en el tratamiento de alumnos superdotados. Pero, por el otro lado, vemos un símbolo preocupante. El hecho de que se proclame que un alumno con altas capacidades no da todo lo que puede dar inserta sobre su condición un imperativo. Reconociendo una tara en el sistema educativo, se conviene en que una persona superdotada tratada adecuadamente debe dar “algo”.

El hecho de que se proclame que un alumno con altas capacidades no da todo lo que puede dar inserta sobre su condición un imperativo.

Las altas capacidades no entrañan en su seno solamente una aptitud intelectual superior a la media. Además de esto, suelen incluir una propensión a la cavilación y otras conductas que mencionaré más adelante porque a mi juicio son una consecuencia de ésta.

Tengo que aceptar que prefiero el nombre en inglés que en español: over-thinking. Sobre-pensar. (Vuelvo a hacer una llamada a los posibles lectores superdotados). Pensar en exceso, darle vueltas a las cosas hasta desgastarlas y que éstas te desgasten a tí, agujerear el lienzo de la consciencia con pensamientos casi compulsivos.

Sobrevivir en un sistema educativo que no satisface intelectualmente a una persona con un CI elevado es una gran losa que cargar, y esta losa asume un peso mucho mayor cuando a esto se le añade el over-thinking. Cabe mencionar que, generalmente, la superdotación suele venir de la mano de otra(s) excepcionalidad(es): Transtorno de Déficit de Atención y/o Hiperactividad, Transtorno del Espectro Autista (Síndrome de Asperger), Transtorno Obsesivo-Compulsivo y un largo etcétera. Y aquí es dónde nuestra losa se convierte en una cantera. A diferencia de la mediática igualdad de superdotado=genio, las altas capacidades se nos muestran como una serie de dificultades a superar. Porque quizás es cierto que los superdotados sueñan que van a caballo de un haz de luz, en una sinfonía magistral o en la Corriente Alterna. Pero cuando no lo hacen, sueñan en que ir a la escuela no supone un infierno, en que no se les va a discriminar por su condición, en que no se arriesgan a ser uno de ese 70% de superdotados que se acaban encontrando con el fracaso escolar, en que un día dejarán de ser “el listo de la clase” y serán simplemente Marcos, Andrea, Luís o Julia.

Porque quizás es cierto que los superdotados sueñan que van a caballo de un haz de luz, en una sinfonía magistral o en la Corriente Alterna. Pero cuando no lo hacen, sueñan en que ir a la escuela no supone un infierno, en que no se les va a discriminar por su condición, en que no se arriesgan a ser uno de ese 70% de superdotados que se acaban encontrando con el fracaso escolar, en que un día dejarán de ser “el listo de la clase” y serán simplemente Marcos, Andrea, Luís o Julia.

Esta clase de obstáculos, a mi juicio, provocan uno de los problemas más graves y extendidos entre la gente con altas capacidades: la ansiedad. Ese momento en el que todo pensamiento se vuelve un verdadero tormento.

Tener que gestionar esta complicada naturaleza y poder compaginarla con la falta de comprensión y recursos de la mayoría de centros (insisto en que es una mayoría y no todos) genera una verdadera despersonalización en el niño superdotado. Eres el fallo de lo que podrías ser. Eres esa falta de serenidad y sosiego que jamás has tenido. Eres o una hoja de diagnósticos o un verdadero incomprendido. Estás condenado al fracaso escolar. Yo creo que ha llegado el momento en que el mundo docente se vuelque a este colectivo y le ayude a ver que NO es verdad.

Para concluir, una breve reflexión. Lo que está provocando (y ha provocado) un sistema educativo que se muestra hermético frente la verdadera inclusión de las altas capacidades es una abolición del sujeto del alumno superdotado. Lo que se consigue presionando sin comprender es, precisamente, que el niño o la niña se definan por lo que no han podido ser, por su carencia con respecto al otro, al alumno bueno, al alumno normal.

Lo que se consigue presionando sin comprender es, precisamente, que el niño o la niña se definan por lo que no han podido ser, por su carencia con respecto al otro, al alumno bueno, al alumno normal.

Cualquiera puede tener un hijo o una hija con altas capacidades. Y creo que aunque hasta ahora el colectivo de superdotados ha vivido bajo un verdadero estigma, ha llegado el momento de trabajar en común para que nadie sienta jamás que la escuela es un suplicio.

 

2 thoughts on “Los grandes olvidados”

  1. Preguntas: “¿de verdad hace falta escribir sobre esto?”
    Si me permites mi opinión SÍ, y mucho más por parte de personas como tú que lo vive y nos ayuda a entender otro punto de vista muy válido.
    Sé que has visto que lo he compartido pero quería darte la enhorabuena de alguna manera por aquí y animarte a seguir intentándolo aunque cueste y no siempre puedas sentirte comprendido porque a día de hoy sí, todavía hay que hablar sobre ello y mucho.

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    1. Muchas gracias Estelita. La verdad es que la posición que ocupo es un poco complicada y se presta bastante a la inseguridad: es difícil distinguir entre qué hechos que he vivido son debidos a mi experiencia personal, qué hechos pueden generalizarse al colectivo AACC, hasta qué punto sé sobre el tema y se sabe sobre el tema…
      Lo que finalmente me animó a escribirlo es precisamente lo que tú comentas: tenga razón o no, mi experiencia es la que es y al fin y al cabo es una voz más que suma.
      Te sigo personalmente desde hace ya unos años y me siento inmensamente halagado por tu comentario. Muchas gracias por compartir mi artículo pero, sobretodo, muchas gracias por la labor de investigación y divulgación que estás llevando a cabo. Entre todos vamos a conseguir crear un sistema educativo y social dónde todos y todas se sientan incluidos y comprendidos.

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